jueves, 21 de enero de 2010

PADRE Y MADRE CORAJE -Relatos y fotos: Claudia y Tito Di Mauro


( Imàgenes no aptas para impresionables)
Reserva Ecològica Costanera Sur - Camino de Los Lagartos-
17/01/10.-
14 Hs., aprox.
Los casi 37 grados de sensaciòn tèrmica pesaban màs que nuestras mochilas, a esa altura de la vuelta. Habìamos ingresado a las 9 Hs. y sentìamos que el benteveo rayado, el anambè comùn y el burrito, tambièn comùn (muy a su pesar), eran los puntos màs altos de la observaciòn del dìa.
La fotografìa no andaba bien. A veces la luz, a veces el follaje, otras veces la movilidad constante de los "bichos" y nuestra propia impericia conspiraban contra el logro de una buena cosecha fotogràfica.
Volviendo por el Camino de Los Lagartos, desde Viamonte hacia Brasil, recièn recorridos unos 400 metros, solamente el imaginario olorcito de La Alameda nos daba fuerzas para seguir. Entonces sucediò.
Un inusual escandalete que producìan dos ratonas, por supuesto comunes ambas, nos hizo detener. Las ratonas revoloteaban junto a una palmera ubicada al costado del camino emitiendo fuertes voces desesperadamente (como interpretarìamos luego) y se lanzaban para picar "algo" que parecìa adosado a la palmera.
Entonces Claudia la viò. Una serpiente ( la nombramos y hacemos por la izquierda el rito conocido, que Uds. deben hacer cuando lo lean) pegada a la palmera, recibìa sin inmutarse los repetidos embates de la pareja de ratonas ( que ya no nos parecìan tan comunes).
De repente comenzò a circular y las ratonas redoblaron sus voces airadas y sus picotazos. Imperturbable, la susodicha ( no la vamos a nombrar màs para no tener que repetir el rito a cada rato, ya que no queda tan elegante) se dirigìa hacia el otro lado de la palmera.
Ingenuos, inexpertos, festejamos por adelantado el triunfo de las ratonas. La susodicha se iba, era nuestro pensamiento y nuestro deseo. Cobrando velocidad se introdujo en un hueco, saliò y se descolgò hacia abajo dejando ver su vientre amarillento. Retorcièndose repetidamente se introdujo profundamente en otro hueco. Las ratonas seguìan con su cometido pero, estimamos, presintiendo la inutilidad de su denodado esfuerzo. La susodicha saliò del hueco con un pichòn en la boca y, siguiendo el procedimiento previsto por su naturaleza, se lo fue tragando.
A esta altura se habìa juntado una docena de curiosos a los que habìa que explicarles què estàbamos mirando y fotografiando tan impactados. Claudia- sensibilidad femenina al fin- insultaba a la susodicha y pedìa perdòn a los presentes por los exabruptos. Paralelamente prestaba los binoculares a los curiosos y explicaba su uso (cumpliendo el objetivo del COA de difundir la observaciòn de aves, aunque seguro que no se refiere a esta circunstancia).
En nuestra corta vida de "pajaròlogos" no nos fue dado presenciar nunca una situaciòn asì. Es decir, nunca desde ese lado. Habìamos observado al hocò colorado juvenil almorzando una suculenta laucha y, màs de una vez, halconcitos saboreando el mismo manjar, aunque con tècnicas diferentes; pero esas veces nos identificàbamos con los comensales. Ahora estàbamos del lado de "la comida" y de las admirables ratonas que defendìan a sus crìas. "Es la naturaleza" y bla...bla....bla... no nos convencìa. Afectivamente estàbamos con las ratonas que, a nuestro juicio y sentimiento, ya se habìan sacado de encima el tan remanido apellido de COMUNES.
La susodicha terminò su labor y, a esta altura, las ratonas parecìan haber aceptado su derrota. Pero....volviò a suceder. La innombrable se descolgò nuevamente dentro del nido, saliò con otro pichòn y repitiò los pasos de su manual de procedimientos. "Es raro, nunca comen dos presas seguidas", aseveraba uno de los curiosos reunidos en corrillo. Los insultos y perdones de Claudia se multiplicaban. Un señora que intentaba mirar la escena con el binocular, al lograr su cometido despuès del esfuerzo tìpico de los principiantes, se horrorizò de la imagen que tenìa "tan cerca" y prefiriò no usar màs el adminìculo. Aquì el COA perdiò seguramente un posible futuro observador.
Una vez finalizado el 2do. plato, la susodicha se retirò a las profundidades de la palmera dejando en silencio a las dos ratonas, a la docena de ocasionales espectadores y a dos "pajaròlogos" perplejos que hubieran preferido llegar màs ràpido a La Alameda, con 37 grados encima, unos cuantos "bichos" observados y una magra cosecha de fotografìas.
Seguimos nuestro recorrido con un acentuado sentimiento ambivalente: por un lado bronca e impotencia por el contenido de las escenas presenciadas, para nosotros, muy impresionantes. Por el otro gratificaciòn por haber tenido la oportunidad de vivenciar actos simples, pero sublimes, de la naturaleza: la bùsqueda de la alimentaciòn para la subsistencia y la obstinada defensa de las crìas, aùn ante adversarios màs poderosos.
Seguimos nuestro recorrido, tambièn, con un interrogante: por què los pichones esperaron su suerte en completo silencio?; serìa para no delatar su presencia finalmente descubierta?. Y nos llevamos un agridulce aprendizaje: no siempre se observan escenas que despiertan ternura ( como la construcciòn de nidos y la alimentaciòn de los pichones por parte de los padres), aunque estos observadores las prefieran.Seguimos nuestro recorrido derecho a casa, sin parar en La Alameda.
Ni el olorcito, ya hecho realidad, nos motivo para procurarnos nuestro alimento. Finalmente vaya nuestro respeto para las ratonas NO COMUNES y un deseo darwiniano para la susodicha: que se cruce con Juancho en el camino que lleva su nombre. Con el perdòn de los naturalistas.

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