martes, 26 de enero de 2010

POR QUÈ NO EL ZOO? por Claudia y Tito Di Mauro

ZOO DE BUENOS AIRES
Sàbado 23/01/10
10 Hs.

Hoy me levantè màs temprano que de costumbre. Acicalè mi plumaje y despejè mi mente con algunos ejercicios respiratorios. Sentìa orgullo porque me habìan elegido para hacer una crònica para La Gaceta del Zoo de Buenos Aires. No sè cuales fueron las razones que motivaron esa elecciòn, quizà porque soy el plumìfero màs grande de todos los que aparecen en la GUÌA DE TITO.

Aquì en el Zoo hay uno màs grande que yo, pariente lejano, de Sudàfrica creo. Pero èl no figura en la GUÌA DE TITO y tampoco habla el idioma. Su crònica no la entenderìa nadie. Cuando preguntè el objeto de la crònica, Furnarius rufus, el Director de La Gaceta, me dijo que venìan de visita unos pajaròlogos del COARECS y que yo debìa seguirlos registrando alternativas de esa visita. Nunca habìa oìdo nombrar al COARECS, aunque cuando vivìa libre, en la pampa hùmeda y tambièn ahora, en mi domicilio actual, he visto esa rara especie de humanos que tienen una extensiòn de los ojos, que a veces se sacan para mirar la GUÌA DE TITO, escribir o dibujar en una libretita, sacar fotos y prender raros aparatitos que imitan nuestras voces.

A Furnarius rufus nunca se le discute una orden. El representa una especie muy importante: es libre y decidiò igualmente vivir en el Zoo construyendo las casas màs sofisticadas y resistentes de toda la comunidad de aves. Hace muchos años a su antepasado lo nombraron AVE NACIONAL, relegando en una votaciòn al mismìsimo Vultur gryphus. ¡¡¡ IMAGÌNENSE!!!. Vultur gryphus con toda su envergadura y su potencia quedò detràs de rufus y tuvo que conformarse, màs adelante, con ver pintada su imagen en la cola de los aviones de la aerolìnea de bandera.

Con mis mejores galas acatè el mandato de Furnarius rufus y me dispuse a recibir al COARECS. Pensè que debe ser muy importante esta gente ya que les abrieron especialmente las puertas de Avenida Sarmiento, que generalmente permanecen cerradas y se abren sòlo para visitas especiales. Tuve una gran sorpresa cuando entraron. Entre ellos estaba el Naturalista Christian Henschke, un verdadero procer de la ornitologìa, que yo habìa conocido e identificado cuando vivìa en la pampa hùmeda. En ese entonces, utilizando la Ediciòn de Oro de la GUÌA DE HUMANOS DE ARGENTINA Y URUGUAY de ese autor extranjero Passer domesticus (que, como anda por todos lados, los conoce a todos), lo pude reconocer en un grupo de pajaròlogos. Quedè entre extrañado y satisfecho por recibir una visita tan importante. Su presencia tendrà que ver con los festejos del bicentenario?.

Una vez presentados tratè de escrutar los rostros del resto de los pajaròlogos y descubrì emociones diversas y, en algunos, contradictorias. Què sentimientos predominan en un humano acostumbrado a observar aves en libertad cuando viene a un lugar como èste, donde algunos compañeros y yo mismo no estamos totalmente libres?. Comprenderàn las funciones didàcticas y de conservaciòn que se llevan a cabo desde el Zoo?. O seràn radicales defensores de la libertad a ultranza?. En mi caso, por ejemplo, mucha menos gente me conocerìa si yo no me hubiera mudado a este domicilio y eso puede ser extendido a otros compañeroas, algunos de lejanas tierras. Sin embargo otros, como el compañero cardenal ( sì, el que se hizo famoso por aparecer en la tapa de la GUIA DE TITO) o el compañero jilguero pueden verse libres en cualquier plaza de Buenos Aires, inclusive en el mismo ZOO. Quizà serìa buena idea, en lugar de una mudanza vitalicia, hacer pasantìas que permitan la exhibiciòn de compañeros que de otra manera no podrìan ser vistos por mucha gente y luego reintegrarse a sus lugares de residencia al finalizar el perìodo de la pasantìa. O no, porque algunos naturalistas dicen que no sabrìamos procurarnos la comida y defendernos de nuestros predadores naturales.

En fìn, sentimientos encontrados y complejos que se despiertan ante una observaciòn diferente a las que esta gente està acostumbrada. De hecho, que sea una observaciòn diferente ya produce una situaciòn de apertura ante posibles nuevas experiencias que, seguramente, traeràn nuevos aprendizajes. Lo paradojal del caso es que viven en el ZOO, ademàs de nosotros, una serie de compañeros que pueden elegir donde vivir y decidieron quedarse aquì, como el ya mencionado rufus, apodado cariñosamente hornero, multitud de garzas blancas y brujas, diferentes especies de loros, palomas y torcazas, ademàs de los consabidos paseriformes urbanos: tordo renegrido y mùsico, benteveo, zorzal colorado y chalchalero, calandria grande, ratona comùn y un extranjero arribado hace poco tiempo, que tiene muy mala prensa, apodado estornino pinto.

No me olvido de Passer, el gorriòn, pero lo dejè para el final porque està muy agrandado desde que apareciò en seis pàginas centrales de la ùltima revista de Aves Argentinas. Completan la nòmina una serie de aves acuàticas que viven en ambientes que reproducen medianamente los propios de origen pero que, estimo, no podrìan decidir por las suyas sus domicilios: chajaes, flamencos australes, cigûeña americana, diversas variedades de patos, entre otras especies.

Para comenzar la visita los llevè a conocer un valioso ejemplar de guacamayo azul, el guacamayo rojo y unos simpàticos carpinteros blancos. Todos ellos despertaron admiraciòn. Desde allì los dejè para que siguieran "a su aire" y los seguì para ver sus comportamientos y escuchar sus vocalizaciones -aspectos importantìsimos para la identificaciòn de humanos-. Luego de observar flamencos con una crìa y chajaes anidando se enfrascaron en una discusiòn acerca de què pato estaban viendo y luego de arriesgar nombres diversos debieron recurrir a Christian para que pusiera las cosas en el lugar correcto. A todo èsto la pajaròloga Zully, a la que reconocì por sus vocalizaciones, repetìa constantemente "no arriesguen", tratando de prevenir los furcios identificatorios en que incurrìan sus compañeros. La Coordinadora Lili solicitaba a cada rato la GUIA DE TITO para terminar pidièndole a Christian que laudara en los diferendos.

El chiripepe cabeza parda, el calancate ala roja, el ñanday y la cotorra comùn desfilaron en libertad ante los pajaròlogos haciendo sus delicias. Mientras tanto los patos maicero, barcino y picazo nadaban o se asoleaban placidamente en una laguna. La hembra del pato cuchara complicaba a quienes querìan identificarla, funciòn propia de las hembras tanto en los patos cuanto en otras especies.

Frente al domicilio de los lechuzones orejudos se suscitò una situaciòn algo peligrosa: dos avezados pajaròlogos/fotògrafos se acercaron demasiado a un juvenil de garza bruja, libre, que con sus gritos y postura intimidatoria los puso ràpidamente en vereda, provocàndole un gran susto (por decirlo en forma acadèmica) a uno de ellos. Al llegar a la casa de las rapaces pudieron observar al gavilàn mixto; varios jotes de cabeza negra, asolèandose con las alas abiertas; un aguilucho comùn y un àguila mora, contenta por ser fotografìada repetidamente, al igual que sus vecinos los jotes.

En este punto el calor comenzò a hacer estragos y el grupo se fue reduciendo velozmente. por una razòn u otra varios humanos comenzaron a retirarse del Zoo y otros fueron a procurarse alimento y bebidas. Sòlo unos pocos estoìcos siguieron con la observaciòn llegando hasta el domicilio del mismìsimo Vultur, el còndor andino, que despertando de una breve siesta les ofreciò una exhibiciòn de apertura de alas digna de su estirpe. Instantes antes una pajaròloga, en pleno golpe de calor, habìa alucinado sobre el canto y la presencia del matico, cosa que no pudo ser comprobada.

El mismo golpe de calor afectò las neuronas de algunos miembros del grupo al tener que identificar si el còndor era macho o hembra, ante la pregunta de una compañera principiante y de circunstanciales paseantes. Frente al domicilio de Vultur los dejè con la satisfacciòn de haber acompañado a un grupo numeroso de entusiastas pajaròlogos ( una de las cuales era la primera vez que entraba al Zoo) que aprovecharon los momentos de aprendizaje, reflexionaron acerca de sus sentimientos encontrados y se fueron comprendiendo las funciones educativas y conservacionistas del Zoo, aunque algunos domicilios de antigua construcciòn no los hayan dejado totalmente satisfechos.

Me olvidaba, yo me llamo Rhea Americana, pero como en esta ciudad tanguera la pronunciaciòn de mi nombre de pila tiene connotaciones equìvocas, sobre todo para las hembras, prefiero que me llamen Ñandù. Esta noche, cuando todo se tranquilice, pasarè por alguna oficina con Internet para ver si me veo en el blog del COARECS.

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